SAN MARCELINO CHAMPAGNAT
Marcelino Champagnat es la raíz que da vida a la educación marista. Los tiempos y las circunstancias cambian, pero su espíritu dinámico y su visión siguen vivos en nuestros corazones. Dios le eligió para llevar esperanza y el mensaje del amor de Jesús a los jóvenes de Francia en su época. Es también Dios quien nos inspira a hacer lo mismo en los lugares donde vivimos hoy.
«Fue un hombre fiel a Dios en una época de crisis, ya que durante el tiempo que vivió (1789-1840) Europa fue el escenario de una gran agitación cultural, política y económica, de crisis en la sociedad y en la Iglesia. Ese fue el marco en el que creció y fue educado, el contexto que provocó su respuesta de fundar y llevar adelante el Instituto de los Hermanitos de María, conocidos como los Hermanos Maristas .«
Marlhes* (1789-1805)
Marlhes , el pueblo donde nació Marcelino, era un lugar donde reinaban el atraso y la ignorancia; la mayoría de los adultos y jóvenes eran analfabetas. Sin embargo, durante su infancia, se respiraban aires de cambio. Las ideas sobre progreso social y solidaridad que provenían de la Revolución Francesa causaron su impacto incluso en los lugares más apartados. El padre de Marcelino jugó un importante papel en este movimiento social.
Tres personas de la familia contribuyeron particularmente a modelar el carácter de Marcelino. Su padre, hombre emprendedor, inteligente y trabajador, influyó en la formación de Marcelino como futuro ciudadano. Su madre y su tía sirvieron de modelos y guías para la afirmación de sus primeros pasos como creyente, su crecimiento en la fe y la oración, y el despertar de su devoción mariana.
La formación intelectual del joven Marcelino resultó harto laboriosa por la falta de maestros competentes. De hecho, se negó a volver a la escuela local después de haber sido testigo de la brutalidad de su maestro hacia otro alumno, y se dedicó a trabajar en la granja familiar. Fue así como, siendo un adolescente casi analfabeta, respondió generosamente a la llamada de Dios que le invitaba a ser sacerdote. Tuvo que suplir la falta de base en los estudios con un gran sentido común, honda piedad, fortaleza, habilidad práctica y tesón indestructible
* Localidad situada en las montañas de Forez, a 35 km. al sur del El Hermitage, cerca de Saint-Etienne. Fuente: Instituto de los Hermanos Maristas. (2007). Misión Educativa Marista. México: Editorial Progreso.
Lyon (1813-1816)
Transcurridos algunos años en el seminario menor de Verrières (1805-1813) donde su vocación hubo de superar numerosas tentaciones de abandono y desaliento, Marcelino ingresó en el seminario mayor de Allí recibió formación teológica y espiritual de manos de sacerdotes que habían sufrido los avatares de la Revolución Francesa y sus consecuencias. En aquellos tiempos de agitación, Lyon, histórico bastión de espiritualidad mariana, se convirtió en punto de partida de numerosos proyectos misioneros y apostólicos.
Fue en esta tierra cristiana y mariana donde germinó la Sociedad de María, promovida por un grupo de seminaristas, entre ellos Marcelino. Desde los comienzos, él manifestó su convicción de que la Sociedad debía incluir una rama de Hermanos dedicados a la enseñanza que trabajasen con los niños que se veían privados de educación cristiana en apartadas zonas rurales, porque otros no iban donde ellos.
Periodo Fundacional
Una vez ordenado sacerdote, el 22 de julio de 1816, Marcelino fue destinado como coadjutor a La Valla. Pronto le impresionó el aislamiento y la pobreza cultural de esta zona rural de montaña. Estaba emergiendo una sociedad burguesa, liberal y egoísta, donde los políticos se preocupaban sobre todo de formar una élite de la que pudieran salir los líderes militares, políticos y económicos de la nación. Incluso en la Iglesia, no se prestaba demasiada atención pastoral a los jóvenes de las aldeas y caseríos. Además, la enseñanza como profesión estaba tan poco considerada y tan pobremente pagada que sólo atraía candidatos cuya capacidad y preparación dejaban mucho que desear.
A finales de octubre de 1816, le llamaron para que acudiera al lecho del joven Jean Baptiste Montagne que, a la edad de 17 años, se moría sin apenas haber oído hablar de Dios. En los ojos de este muchacho percibió el clamor de millares de jóvenes que, como él, eran víctimas de una trágica pobreza humana y espiritual. Este hecho le movió a entrar en acción.
El 2 de enero de 1817, Marcelino reunió a sus dos primeros discípulos. Pronto le siguieron otros. La Valla se convirtió así en la cuna de los Hermanos Maristas. De esta manera comenzaba una maravillosa aventura educativa y espiritual en medio de la pobreza humana, con la confianza puesta en Dios y María.
Los primeros Hermanos eran jóvenes campesinos, la mayoría entre 15 y 18 años de edad, más habituados a las arduas tareas del campo que a la meditación, la reflexión intelectual y el trabajo con niños y jóvenes.
Se llamaban:
- Jean Marie Granjon (H. Juan María)
- Jean Baptiste Audras (H. Luis)
- Jean Claude Audras (H. Lorenzo)
- Antoine Couturier (H. Antonio)
- Barthélemy Badard (H. Bartolomé)
- Gabriel Rivat (H. Francisco)
- Jean Baptiste Furet (H. Juan Bautista).
«Marcelino transmitió a estos muchachos su entusiasmo apostólico y educativo. Vivió entre ellos, como uno más. Les enseñó a leer, a escribir y a contar, a rezar y vivir el Evangelio cada día, y a llegar a ser maestros y educadores religiosos«.
Pronto les envió a los caseríos más apartados de la parroquia para que enseñaran a los niños, y a veces también a los adultos, los rudimentos de la religión y las primeras nociones de lectura y escritura. Entre 1817 y 1824, organizó una escuela primaria en La Valla, y la utilizó simultáneamente como ámbito de formación de educadores, en el que los hermanos jóvenes realizaban sus prácticas de enseñanza.
A finales de octubre de 1816, le llamaron para que acudiera al lecho del joven Jean Baptiste Montagne que, a la edad de 17 años, se moría sin apenas haber oído hablar de Dios. En los ojos de este muchacho percibió el clamor de millares de jóvenes que, como él, eran víctimas de una trágica pobreza humana y espiritual. Este hecho le movió a entrar en acción.